Los objetivos de la Reforma eran muy amplios. Ante todo, aspiraba a la instauración en la sociedad de una vida conforme al Evangelio. Para ello no era suficiente la restauración de las estructuras eclesiásticas o la elevación moral del clero, sino que exigía una profunda renovación espiritual de toda la Iglesia, desde su Cabeza (el Papa) hasta el último de sus miembros. El primero de los papas reformistas fue Nicolás II, que reunió en 1059 el I concilio ecuménico de Letrán, en el que se establece la elección pontificia por el Colegio de cardenales, sin intervención política externa. Pero es en 1075 cuando el papa Gregorio VII da cuerpo a los ideales del movimiento reformista en un documento llamado Dictatus Papae, en el que afirma la superioridad espiritual del Papa sobre toda la cristiandad y pone en marcha todas las medidas necesarias para acabar con los males de la Iglesia.
Moralización y regreso a los orígenes del cristianismo:
Así, se trató, con un amplio conjunto de reformas, de hacer regresar la Iglesia a los tiempos primitivos de Cristo, de los Apóstoles y de sus sucesores inmediatos, por un lado, y por otro, propensa a la afirmación del poder papal frente al poder feudal (que había casi privatizado la Iglesia en el Siglo X); por la connotación de «retorno a los orígenes» y enfrentamiento del poder temporal, la reforma gregoriana es vista hoy como la primera gran revolución europea. La reforma fue continuada y consolidada por los eclesiásticos de la Abadía de Cluny.
Abolir las prácticas de simoniacas y nicolaítas, así como de intervención del poder temporal en asuntos eclesiásticos, implicaba reformar la Iglesia y conferir al Papa el sumo poder en Europa; gracias a los Dictatus Papae, se iba a lograr el ejercicio de la auctoritas y la potestas pontificia como Jefe Supremo y absoluto de la Iglesia y, por tanto, de la Cristiandad.
Relaciones entre el poder temporal
y espiritual: Las Dos Espadas
La reforma gregoriana es considerada un marco en el inicio de la teocracia pontificia, considerándose que el Papa tenía la suprema autoridad sobre todos los cristianos y que nadie, excepto Dios, podía juzgarlo; se afirmaba también que la Iglesia no cometía errores en formulaciones dogmáticas y morales, casi un preludio de la Infalibilidad Pontificia declarada por el Concilio Vaticano I.
Unificación litúrgica:
Uno de los grandes logros de los papas reformistas fue la generalización en toda la cristiandad del rito romano con el fin de unificar la liturgia romano-latina en toda la cristiandad. En esta época el canto gregoriano –máxima expresión de la música cristiana medieval– llega a su madurez y sus melodías son divulgadas por toda Europa.